HAIDÉ COSTA

El primer contacto con Haidé llegó, naturalmente, en el mundo de la hípica. Su imagen de espaldas, vestida de negro, fotografiando caballos en las cuadras ha quedado grabada en mi retina.

Sus fotografías de caballos, que reúnen perfección técnica y sensibilidad, nos acercan a las almas nobles y generosas de estos preciosos animales. La aproximación del Haidé al caballo es íntima, paciente, a la espera de la mirada inocente e inquisitiva, la postura más adecuada, forzando la iluminación perfecta. Sus caballos salen de la oscuridad, emergiendo de un claroscuro caravaggiano. Poco evidente, a veces es necesaria una mirada atenta para reconocer el motivo del encuadre elegido: la línea limpia de una grupa, la textura y el color de la capa, la rigidez de una crin trenzada… Estas elecciones tan personales ya presagiaban lo que vemos hoy.

Ahora Haidé Costa da un paso en una nueva dirección. Los presupuestos conceptuales de sus obras cogen profundidad, y las similitudes metafóricas entre équidos y humanos toman protagonismo. La presencia del cuerpo humano, amazona o jinete, que ama con autoridad, ha enriquecido su iconografía. Mediante las composiciones contrapuestas, en ocasiones calidoscópicas, entendemos lo que la artista nos propone: un ejercicio de paralelismos y equidistancias entre las limitaciones y constricciones que sufrimos ambas naturalezas. Nos hace evidente que la armonía esconde el esfuerzo y que la utopía de la libertad total queda cortada por las limitaciones de nuestra propia existencia.

La contundencia valiente de las imágenes creadas por Haidé Costa son, a la vez que una llamada de atención, un grito de esperanza en el futuro de nuestras especies.

Antònia M. Perelló, Conservadora y Jefa de la Col.lección MACBA